Llega otro 25 de noviembre y tengo todo el cuerpo removido y dolorido. Me muevo entre el dolor, la rabia, la tristeza y la necesidad de intentar analizar, comprender las causas de esta barbarie.

Este año han sido cincuenta y dos las mujeres asesinadas (me cuesta poner cifras numéricas como si eso las despersonalizara aún más); y dos niños y cinco niñas. Me ciño en este momento a asesinatos, pero todas sabemos que para llegar a ese acto final, se han producido cotidianamente interminables actos de violencia mas o menos sutil y que también , día a día, se suceden agresiones y abusos de todo tipo y medida. No voy a detenerme tampoco en el modo en que “la justicia” está tratando a mujeres denunciantes; lo que consideran atenuantes para el violador y el tipo de sentencias. Todo es parte de un mismo sistema. Un sistema que Claudio Naranjo define como el mal de la civilización: la mente patriarcal; la pasión por la autoridad, por el ego…..

Hablar de violencia machista es hablar de poder y no solo de poder sexual – que también – ; poder bélico, fuerza física, económica, política.

Soy feminista y soy facilitadora y desde este paraguas intento bucear para acercarme a las causas de esta barbarie. Uno de los maestros de la facilitación, Marshall Rosenberg nos dice : “La violencia es una trágica forma de responder a necesidades insatisfechas” . Cabe entonces preguntarse, cuales son las necesidades insatisfechas de los que asesinan a las mujeres? De los que agreden, acosan , intimidan física o psicológicamente ?

Creo que los hombres se están viendo confrontados con la dificultad de cumplir con el mandato patriarcal de masculinidad. Una masculinidad entendida como potencia, como poder. Un hombre, no se considera una persona, si no puede demostrar su virilidad, ejercer el mandato tradicional de masculinidad y este mandato está en crisis. De manera que los hombres son víctimas de su propio mandato de masculinidad

Por un lado, las mujeres emprendimos un camino de empoderamiento, de rompimiento de fronteras limitantes al desarrollo de la mujer/persona. Tanto a nivel educativo, profesional, político, las mujeres hemos irrumpido con la fuerza que nos caracteriza. Esto ha producido cambios de roles, de rango, de funciones a nivel público y privado y…. consecuentemente esto ha ubicado a los hombres en una posición a la que no estaban acostumbrados. Sienten que están perdiendo su poder; se les mueve el piso.

Por otro lado, la crisis económica, la dificultad de que los hombres cumplan con el mandato patriarcal de proveedores; el sentimiento de humillación por estar trabajando en condiciones degradantes; sin reconocimiento y salarios y condiciones de miseria, aumenta el sentimiento de carencia absoluta de poder y un hombre sin poder, no es hombre.

Ante esta carencia de poder ser hombre, según el mandato tradicional, se revuelven, se desesperan e intentan restaurar su mandato tradicional, su manera de ser persona, agrediendo, violentando, asesinando a las mujeres. Es su último espacio de ejercicio de poder: sobre las mujeres. Y si para hacerles daño, hay que matar a los hijos, pues también. La violencia sobre las mujeres es la muestra de la pérdida de poder de los hombres, de su miedo, de la imposibilidad de cumplir el mandato tradicional de su masculinidad.

Comprendo que este es un inicio de análisis y que hay otros enfoques, otros factores, otras miradas. Otro día, hablamos de nosotras, mujeres. Invito a profundizar en este tema que está en la esencia del ser hombre, del ser mujer, de ser persona, del cambio de paradigma. Invito a buscar, desde la facilitación, la manera de superar estos limitantes a la vida. Invito a poner nuestro granito de arena frente a la violencia patriarcal, desde nosotras mismas.

Carmen Conesa