En estos días en los que hemos vivido el solsticio de invierno, en estos días en donde nuestro planeta y nuestro sol completan un ciclo, en estos días una amiga se ha despedido de nosotros, durante estos días con la noticia de su muerte he sentido tristeza por su pérdida y alegría de reconocimiento por todo lo que me ha dado, lo que nos ha dado.
Yo y muchos de su alrededor la sentíamos como un referente de vida, una maestra de la vida y también de la muerte, de su propia muerte, era una persona activa y comprometida socialmente, firme, elegante, sonriente, siempre daba un plus a donde estaba y a las personas que estaban cerca de ella, con Pastora yo era más, con Pastora el grupo era más, ella con su presencia sumaba y todo subía de nivel.
Ella le dio la vuelta a su enfermedad haciéndose mas grande con ella, mirando a la muerte de tú a tú, sin complejos y siendo referente para muchas personas a través de la asociación Amanecer dedicada al duelo, porque Pastora era así, de todo y en todo se hacía grande.
Ahora tras su marcha recuerdo todo lo que broto en mí gracias a ella y siento que todo esto está enraizado y Pastora vive en mí y en nosotros. Me siento dichoso por haberme dejado impregnar de su maestría de vida.
Un ciclo ha terminado aportando sabiduría para que otro nuevo ciclo empiece renovado.